Carta abierta del obispo de San Cristóbal a Nicolás Maduro

Monseñor Mario Moronta

maquina-de-combate.com – Monseñor Mario Moronta, obispo de San Cristóbal ha dirigido una carta pública y abierta al mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, con motivo del próximo intento de ingreso de ayuda humanitaria al país sudamericano. El ingreso de ayuda humanitaria se ha programado para el 23 de febrero desde diversos puntos en países vecinos o cercanos.

San Cristóbal es una ciudad del Estado de Táchira, en el suroeste de Venezuela.

A continuación un mayoritario extracto de dicha carta:

«No es ningún secreto que hoy atravesamos la más grave crisis política, económica, social y moral que azota al país. Negarlo es querer tapar el sol con un dedo o demostrar que está encerrado en una cúpula de cristal. Sé que le disgusta a Usted y sus seguidores que le hable de ‘crisis o emergencia humanitaria’ Pero ¿cómo caracterizar la situación que golpea a la inmensa mayoría de nuestros hermanos? No se puede negar el deterioro de la calidad de vida de los venezolanos. Hay hambre: muchas familiar no comen lo necesario para poder alimentarse. Ha crecido la pobreza crítica y los índices de desnutrición son altísimos. Me imagino que a Usted eso no se lo informan. Asimismo, la salud se ve desguarnecida en todos los sentidos, desde la atención hospitalaria hasta la consecución de medicamentos. Hay muchos que están sufriendo por la falta de atención (es el caso de los enfermos renales por falta de diálisis y el de los enfermos oncológicos por no ser debidamente atendidos).

Podríamos hacer mención de muchas otras calamidades que están golpeando a la mayoría de los venezolanos. Es fácil negarlo, y contraatacar con insultos, menosprecios y amenazas. Usted apela a cada rato que la causa es la ‘guerra económica’ pero no contra el Gobierno ni las instituciones del Estado, sino contra el pueblo: la guerra de la corrupción que ha enriquecido a muchos que se denominan dirigentes y servidores de la nación; la del saqueo del así denominado ‘arco minero’ que, amén de destruir la ‘Casa común de la Creación’, ha permitido que o pocos se llenen de las ganancias de la minería ilegal; la del olvido de las atenciones que hay que dársele al pueblo. Todo esto tiene sus consecuencias en el deterioro de la calidad de vida de muchísimo hermanos nuestros.

«La gente del pueblo está cansada, porque sigue siendo menospreciada. Hay represión de diverso tipo. Aunque no guste, la inmensa mayoría del pueblo, sufre una crisis de carácter humanitario. Se lo puedo atestiguar. No soy de los que está encerrado en oficinas, sino que camino por las comunidades, me encuentro con todos sin distinción. No ando rodeado de escoltas que portan armamento sofisticado para proteger al Estado. Mi única escolta es la gente con la cual comparto y mi única arma la Cruz de Cristo. Y en todos los sitios donde voy, hablo, escucho y comparto. Ustedes hace mucho tiempo que no caminan libremente por en medio de la gente. ¿Por qué será? No hay que tenerle miedo al pueblo si de verdad uno forma parte de él».

«Usted habla de diálogo. Siempre he sido defensor del diálogo, que requiere del encuentro, del reconocimiento del otro y de la corresponsabilidad en los acuerdos y soluciones que se presenten. Usted ha acudido nuevamente al Papa para que se garantice el diálogo. Además de no haberse cumplido con anteriores acuerdos, según lo indicaba el Cardenal Pietro Parolin en la misiva del 2 de diciembre de 2016, no vemos disposición para el auténtico diálogo».

«Si Usted escuchara al pueblo y su clamor, de verdad, se podrían dar pasos que podrían abrir las puertas para resolver la crisis, sin conflicto, sin violencia y sin derramamiento de sangre. Hay muchas cosas que el mismo pueblo ha venido diciendo. Lástima que haya habido oídos sordos para eso. Entre las muchas cosas que pide el pueblo hay tres que quiero destacarle para que entienda cómo sí se podría dar una solución a los problemas de nosotros los venezolanos. Siempre he sido consciente de que nosotros mismos podemos dar respuestas a nuestras dificultades e interrogantes. Entre esas cosas menciono las siguientes:»

«1) El pueblo le pide que escuche el clamor que proviene de sus sufrimientos, por el hambre, por la falta de medicamentos, por la hiperinflación, etc. Atrévase a escuchar a ese pueblo que quiere ser tratado con dignidad y justicia. pero en paz y sin revanchismos. Si Usted lo escuchara, podría sensibilizarse y así permitir que quienes quieren ofrecer una ayuda humanitaria, lo realicen: es el bien del pueblo, no el de un grupito lo que de verdad interesa. Pedir y recibir la ayuda de ese tipo no es ninguna traición a la patria, sino un deber moral de la dignidad de las personas que no tienen medicamentos, alimentos y otros insumos necesarios».

«2) El pueblo le pide respeto a su condición, a su dignidad y a sus derechos. Es lamentable que numerosos hermanos nuestros deban emigrar del país para tratar de conseguir una mejor calidad de vida o cómo sostener a sus familias. Nuestra nación es rica y puede ser capaz de crear condiciones de vida que permitan a los ciudadanos ser gente honesta, progresista y constructora de futuro. Pero está siendo expoliada por quienes explotan irracional e inhumanamente las minas y otros rubros de la economía del país».

3) Debe escuchas al pueblo que está pidiéndole un cambio de orientación política. Le está pidiendo que se dé la posibilidad de una nueva dirección ¿Por qué no arriesga a convocar a unas elecciones libres, con un nuevo CNE (constituido por representantes de todos los partidos políticos y por instituciones nacionales que tienen que ver con la academia, la economía, los obreros) y con la posibilidad de otros candidatos ? La inmensa mayoría de los venezolanos está pidiendo que ya no siga al frente del Poder Ejecutivo … En estos momentos, nuestro pueblo carece de felicidad, tiene hambre y carece de estabilidad política. Arriésguese, y la historia será mucho más benigna con Usted».

«Le hablo con la verdad en la mano. Lo dije al inicio. Lo hago sin ningún interés político ni económico. Lo hago desde mi pertenencia a un pueblo del cual me siento orgullo en pertenecer. Sé que no le resultará cómodo lo que le he dicho. Lo hago con respeto, pero con la certeza de que estoy cumpliendo un deber. Ya el pueblo está cansado. El Papa Francisco nos ha invitado a evitar un derramamiento de sangre. Ello depende de Usted en gran parte. ¿Por qué asustar al pueblo con tantas alcabalas en las carreteras? ¿Por qué en el eje fronterizo se han colocado tantos piquetes de militares para ‘impedir’ la entrada de ayuda humanitaria? ¿Es qe acaso esos militares no son pueblo? Ellos están para defender a los hombres y mujeres de Venezuela y no para reprimirlos. ¿Sus asesores e informantes no le han dicho que la gente está resteada? Evite el derramamiento de sangre; deje a un lado la persecución a los disidentes; escuche y sienta el padecimiento de un pueblo que quiere libertad y justicia, pero con dignidad y sin opresión. Usted suele hablar de las influencias del ‘imperio’. Soy de los que creo que debemos reafirmar continuamente nuestra independencia y autonomía. Pero eso es válido también para aquellos países que quieren imponer en Venezuela una ideología que rompe con la integración latinoamericana, desvaloriza a la persona humana y destruye la grandeza de una sociedad. No nos sigan hablando del ‘mar de felicidad’ cuando estamos en medios de un océano de inquietudes, desesperanzas y destrucción».

«Como le dije, es probable que el tenor de esta misiva no sea de su agrado. He hablado con la verdad y el corazón; también con respeto. Si le pediría dos cosas: una es que le indique a sus seguidores que cuando critiquen o manifiesten sus desacuerdos con lo que le he dicho ni ofendan ni descalifiquen. Podemos estar en desacuerdo, y lo estamos; pero merecemos respeto. Se ha hecho común defenderse con insultos y burlas y lo entiendo pues ‘de la abundancia del corazón habla la boca’ como nos dijo el Maestro de Nazaret».

«Lo segundo: Yo soy responsable de todo lo que he dicho. Así que no se tomen represalías, ni persecuciones, ni nada que atente contra la seguridad física, psíquica e integral de mi familia, de mis amigos allegados, de los sacerdotes ni de las comunidades que sirvo como pastor de la Iglesia».

Suscribe: Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal